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viernes, 30 de mayo de 2014

UN POCO DE COTIDIANIDAD EDUCATIVA

BREVE RADIOGRAFÍA DE UNA EXPERIENCIA EDUCATIVA
DIAGNÓSTICO Y SUGERENCIAS

Prof. Edgar Cadima G.

Quienes nos atrevemos a realizar análisis o diagnósticos de la realidad educativa boliviana, muchas veces caemos en la trampa de las generalizaciones o del tratamiento de aspectos muy globales que no permiten una apreciación más exacta de lo que sucede en las escuelas y colegios.
Una agradable experiencia en un establecimiento educativo particular, me ha permitido navegar, como si fuera una cámara microscópica, en un organismo vivo, y conocer, de forma directa, la cotidianidad escolar.
Muchos podrían pensar que al ser un establecimiento educativo particular, de cierto “prestigio”, la búsqueda persistente de la calidad es una premisa constante, pero valga reconocer que ella no es, precisamente, una preocupación sentida entre los docentes, gran parte de ellos sonámbulos entre la rutina y la mediocridad, barnizados por un discurso altisonante y protegidos por una instancia sindical que, en lugar de avanzar en desafíos profesionales orientados a la calidad educativa, se encuentran cómodos con argumentos que protegen su falta de iniciativa y proactividad tan necesarios para buscar, sugerir y aplicar nuevas estrategias educativas.
Sostener, como consigna, que se es maestro de vocación y  no de ocasión o pensar que enseñar 10, 15 o más años, repitiendo lo mismo todos los años, los califica como maestros innovadores, dan pauta de un caparazón que impide la crítica constructiva a su accionar y les impide ver la realidad del estancamiento y rutina en la que se encuentran y sin perspectivas de mejorar profesionalmente en interés de los/las estudiantes.
La educación es como la salud. Una persona enferma requiere de un adecuado diagnóstico para realizar un tratamiento que le devuelva la salud. Pero una persona enferma, que se repite a sí misma que está bien de salud; que, desde hace 10 ó 20 años, sigue haciendo lo mismo, de seguro, no podrá recuperar y generar calidad de vida personal. Lo mismo sucede con la educación, con el agravante que las consecuencias las pagan los/las estudiantes que esperan recibir algo más cualitativo que un aprendizaje repetitivo, memorístico y enciclopédico.
Es justo reconocer que hay muchos docentes inquietos, que buscan su superación, procurando vencer el conformismo y la repetición, anual y mecánica de lo mismo, pero la corriente de la mediocridad es más fuerte e impide cualquier iniciativa fuera del corporativismo sindical, confundiendo la defensa de sus derechos laborales con sus obligaciones de superación pedagógica, donde quienes pretenden mejorar su función educativa son acallados por la mediocridad del “hoy por ti, mañana por mi”. En ese contexto, la calidad de la educación queda en el discurso y la demagogia. Pretenden colocarse el rótulo de “calidad educativa” pero sin analizar lo que hacen, pensando que lo que están haciendo está bien, por tanto, no hay nada que mejorar. Muchos docentes piensan que aceptar  las sugerencias u opiniones para mejorar su desempeño sería reconocer sus limitaciones y deficiencias, ergo, la calidad educativa está bien como está y es mejor no rasgar mucho la piel porque podría caerse el maquillaje. En este contexto, que los/las estudiantes del colegio no clasifiquen para ninguna de las asignaturas que participaron en la III Olimpiada Científica Estudiantil Boliviana es considerada como una cuestión de suerte, no cuestionan en absoluto la labor que vienen realizando como docentes y, por tanto, no les sorprende.
A fin de que todas estas argumentaciones no caigan en el campo de la generalización abstracta, me permito señalar algunos aspectos más significativos de la cotidianidad escolar:
1.       Textos escolares.
En la gestión 2012, el establecimiento tenía como material de estudio, para el nivel primario, textos de una determinada editorial. Para la gestión 2013 los/las docentes consideraban pertinente continuar con los mismos textos (inercia para evitar la fatiga), pero sin ningún análisis de los contenidos ni de la evaluación del uso de los mismos. Una rápida evaluación de dichos textos, realizada al inicio de dicho año escolar, detectó una serie de errores e incongruencias que no permitían un adecuado proceso de aprendizaje en los/las estudiantes, por lo que se sugirió, pese a la oposición de los/las docentes, cambiar a textos más adecuados, de otra editorial. El trasfondo es que la editorial favorecida, el año 2012, había entregado una laptop al colegio y Agendas planificadoras a cada docente (figurativamente: collares y espejitos que conquistan mercado) y el año 2013 iba a repetirse el regalo encandilador, sin considerar el aspecto pedagógico.
Ante la sugerencia de trabajar los “leccionarios” o los planes de clase a ser elaborados por los propios docentes (como alternativa frente a los textos rígidos y caros) la reacción fue de molestia. No concebían la posibilidad de aumentar trabajo, que dé rienda suelta a su iniciativa y profesionalismo, habiendo en el mercado textos ya elaborados.  Pena por los/las  estudiantes que deben estudiar con textos que los esclavizan a ellos y a los/las docentes, sin dar lugar a la motivación y un  natural desarrollo de la iniciativa y la espontaneidad.
La reforma educativa en curso, no tiene un criterio pedagógico respecto a los textos escolares y, con tal que éstos contengan  las cuatro dimensiones (ser, saber, hacer y decidir) que propugnan, y los contenidos curriculares se adecuen a ellos, no hay problema, todo sigue como antes.
2.       Clases y contenidos curriculares tradicionales.
Es evidente que los hechos sociales, naturales y/o científicos están presentes en la realidad pero, en la dinámica escolar, lo que cambia, cada vez, es la forma de presentarlos y hacerlos más asequibles, amenos y comprensibles para los estudiantes, es decir, hacerlos significativos. Seguir trabajando con textos o documentos tradicionales, abstractos o sin relación con la realidad cotidiana de los/las estudiantes es expresión de la mediocridad. Mucho más aún estar alejado de toda la revolución de los aprendizajes por medios virtuales o pretender utilizarlos de forma engañosa al presentar  textos tradicionales en unos CDs que no tienen nada de interactivos, es lamentable.
Un aspecto importante a señalar es la comprensión equivocada que las asignaturas son independientes y no tienen relación entre ellas. Muchos docentes, en su limitación, no pueden entender que la transdisciplinariedad o interdisciplinariedad son una realidad actual y que bien se podría combinar música con filosofía, teatro, cine o cultura en general, (existencialismo con ecología), buscando que los aprendizajes sean significativos (pertinentes y necesarios) para los estudiantes.
Pero, los lamentos están a la orden del día, las quejas se repiten, sin encontrar manera de superar los mismos. Las/los docentes de secundaria se quejan que los/las estudiantes vienen del nivel primario con deficiente formación en gramática o matemáticas (por citar las más importantes), pero no se generan espacios para coordinar mejorías en ese sentido. Lo máximo que existe, al inicio del año escolar, es la planificación por áreas, pero de allí, a evaluar lo que se hace, los resultados que se vienen logrando, los ajustes que requieren, etc, son totalmente inexistentes y todo sigue igual rutinariamente.
En este mismo sentido se detectó, en una revisión de cuadernos de los/las estudiantes, seleccionados al azar, de diferentes cursos y niveles, que  los/las docentes de ciencias exactas no corrigen los errores ortográficos o de sintaxis de los estudiantes (porque es responsabilidad de otra asignatura); es más pareciera ser que lo que interesa es que los/estudiantes presenten el cuaderno o la tarea, pero no se corrige u observa el contenido de los mismos. Cuadernos donde, en una página, existen muchos errores, es firmado por el/la docente sin ninguna observación sobre los mismos, ninguna orientación hacia el estudiante que le permita superar sus errores o alentar su desempeño, ninguna valoración al contenido presentado y muchas veces ni siquiera la fecha de la revisión. Paralelamente, se identifica que los estudiantes y algunos/as docentes no manejan, adecuadamente, algunas técnicas de estudio y confunden lo que es un mapa conceptual con un mapa mental o una red conceptual y los usan sin mayor rigor.

3.       Enciclopedismo.
Lamentablemente, la realidad educativa sigue marcada por el paradigma conductista enciclopédico; el sometimiento de los/las estudiantes a las instrucciones del docente y al proceso memorístico y repetitivo en los aprendizajes, propios de épocas que se pensaban superadas, siguen vigentes en la cotidianidad del aula.
En la asignatura de literatura; en uno de los cursos, para los cuatro primeros meses de clases se tenían avanzados los siguientes temas: Un ensayo literario; teatro contemporáneo (elementos del teatro griego, renacentista-barroco, contemporáneo); un ensayo “la precariedad de la paz”; el romanticismo; el realismo y el naturalismo; el Boom latinoamericano; la literatura femenina (en uno de los cuadernos se señala que “la literatura femenina es una queja social”); la novela; fábulas y cuentos; la lingüística; la oración y su estructura; una práctica-ensayo sobre “la carrera a estudiar” (8 páginas en carpeta); lectura “El extranjero” de A. Camus. Todo eso, en una sola asignatura y en 4 meses da pauta de un enciclopedismo típico por querer avanzar demasiado, picoteando algo, en un lapso corto de tiempo.
En ese mismo proceso, se justifica que para hacer un análisis literario hay que seguir 39 pasos, entre ellos, determinar la fuente de inspiración del autor, mencionar 5 textos similares en contenido, mencionar 20 temas secundarios, el objetivo que tuvo el autor así como el personaje principal, etc. además de que hay que  trabajar el vocabulario seleccionando 50 palabras, 50 sustantivos, 50 verbos y que, además, hay que hacer 20 oraciones diferentes donde se encuentren verbos y sustantivos y realizar un relato utilizando 30 palabras del vocabulario;  en caso de error ortográfico repetir la palabra 50 veces y hacer otras tantas oraciones. Pregunta: Con semejante proceso ¿cómo pueden hallar el gusto, los/las estudiantes, por la lectura?
No analizar esta situación, socapar la misma o pensar que todo está bien porque así se hace desde hace años y considerar una “agresión”  el hecho de ponerlo en evidencia,  es una muestra de un trabajo rutinario que esconde la mediocridad.

4.       Violencia física y sicológica.
Este es un tema tabú; siempre presente, del que muchos creen que no hay que hablar.
Es fundamental estar atentos al “malestar estudiantil” y las reacciones de rechazo al colegio por parte de muchos estudiantes que tiene su razón en el tipo de disciplina imperante que bordea entre el “amiguismo” mal entendido con el estudiante y un autoritarismo que malogra las relaciones educativas.
Más allá de un jalón de orejas o de un grito histérico (que no se justifican), se tienen casos de pánico, de algunos/as estudiantes, de ir a clases y enfrentar el carácter intolerante del/la docente. Para ilustrar esta situación basta señalar el desmontaje que se tuvo que realizar de un sistema de control disciplinario mal entendido, a través del cual las mejores estudiantes de un curso tenían luz verde de la docente para poner en orden a sus compañeros “indisciplinados” mediante pellizcos, golpes o jalones de oreja (algunos moretones en los niños tienen esta causa que luego se disimulan como “peleas propios de los niños”).
La indiferencia a ciertos niños/as, la agresividad, la violencia verbal, el dedo índice levantado como amenaza, la falta de capacidad para escuchar y/o resolver conflictos, la generación de pánico en los niños y niñas debido al carácter temperamental o explosivo de algunas/os docentes, al punto que los/las estudiantes no puedan hablar para explicar su comportamiento, son conductas y actitudes que no pueden ser ocultadas y requieren una profunda reflexión y compromisos de modificación por parte de los/las docentes..

5.       Práctica profesional.
Es interesante analizar la incoherencia existente en la práctica profesional. Mientras, de palabra, se denuesta y critica el paradigma conductista de la enseñanza (enciclopedismo, repetición mecánica y memorística, etc.) en la práctica muchos docentes se encuentran aplicando lo que dicen criticar.
Un profesional docente, a más de repetir lo que, mecánicamente, hace todos los años en el aula (enseñar sus disciplinas), tiene en el colegio  una enorme y rica veta que puede permitirle desarrollar un conjunto de temas de investigación, sistematización, experimentación de nuevas prácticas educativas, aplicación de otras experiencias, debates propositivos, conferencias,  intercambio de textos de temas novedosos, etc., entendiendo al colegio como un espacio de permanente experimentación. Todo ello depende de un alto grado de compromiso y proactividad de los/las docentes y de la voluntad para generar espacios y mecanismos para dichas actividades.
Lamentablemente, eso parece impensable  ahora ya que ante alguna sugerencia deslizada en este sentido, la indiferencia es enorme y el poco entusiasmo de algunos es neutralizado por la mediocridad que  siempre le encuentra “peros”. Lo que cuenta no es el aporte que se puede hacer al proceso educativo en beneficio de los/las estudiantes sino el desgano y el mezquino conteo de las horas del contrato establecido y la exigencia (sindical) de que cualquier otra actividad, debe ser reconocida con el pago de horas extras.
La tradicional división del trabajo educativo conductista tiene una vigencia perniciosa: Según ese paradigma, los/las docentes enseñan y otros son quienes investigan, sistematizan o experimentan. Ni que decir de la posibilidad de que algún(a) docente del colegio pueda organizar, preparar y dictar  un curso de capacitación de unas 5 horas de duración (que supere alguna “charlita”) sobre algún tema de interés para el resto de los/las docentes. La rápida respuesta ante esta sugerencia es la tradicional posibilidad de invitar a algún “especialista” externo, porque, además, organizar todo ello significarían horas extras que deberían ser pagadas.
Como sucede con gran parte del magisterio, la lógica de la acumulación de certificados de estudios y actualización es estresante en los/las docentes, pero esos aprendizajes no se nota que se apliquen en el  aula, la rutina se sigue imponiendo y todo sigue como siempre.

Habrían muchos otros temas aún por señalar, tales como las deficiencias del acceso y manejo  de la tecnología virtual, el ascenso de categorías por la simple acumulación de años (sin valoración de méritos), la permisividad de muchos directivos, etc, etc, pero deseo hacer un alto aquí ya que de lo que se trataba era de señalar algunos aspectos que ejemplifiquen la situación y que puedan servir de base para su modificación.
Considero que la educación boliviana y la formación de los/las jóvenes estudiantes exigen una mejor suerte; la calidad no puede ser un slogan vacio y demagógico que sirva para apañar y ocultar una serie de deficiencias. Mejorar la calidad de la educación sin un diagnóstico serio y profundo, sin cuestionar prácticas y conductas de forma autocrítica y crítica, sin poder someter a evaluaciones profundas el desempeño de los/las docentes, etc, etc,  será un simple saludo a la bandera en la que la mediocridad, amparada por la rémora sindical, tendrá sus victorias “pírricas”, en desmedro de los y las estudiantes.
Tengo la esperanza de que la grandeza de nuestro país está en los/as docentes con real vocación de servicio educativo y no en el mezquino interés de la mediocridad amparada por un corporativismo,  donde las victimas no somos quienes hacemos el diagnóstico o los análisis si no, lamentablemente, los y las estudiantes.
Los desafíos son grandes para neutralizar la percepción de una educación mediocre. Esa opinión puede ser modificada, únicamente, si existe una profunda autocrítica de la práctica docente, un fuerte sentido de responsabilidad y voluntad por modificar conductas y actitudes pedagógicas; un ejercicio adecuado de proactiviad e iniciativa personales y colectivas; una búsqueda, sin complejos, de ayuda que permita reconocer las falencias y deficiencias existentes para, a partir de ellas, superar la situación, al igual que un enfermo que teniendo conocimiento del mal que adolece, por muy doloroso que sea, busca estrategias de curación.
En este proceso, aquellos/as docentes que están convencidos que son de “vocación” tienen la oportunidad de buscar soluciones a esta situación, de neutralizar la rémora sindical y el conformismo de la repetición mecánica de experiencias decenales que confunden calidad educativa con rutina. Quienes serán beneficiados de este proceso no es quien escribe, y ni siquiera los/las docentes, si no los/las estudiantes, a quienes nos debemos, pero que gran parte de las veces son maltratados, olvidados o invisibilizados por el slogan de una dudosa calidad educativa.
Si la reforma educativa en curso busca incidir en la calidad, debe bajar de la nube ideológica-comunitarista y aterrizar en el ámbito de la vida escolar cotidiana. En los lineamientos de la actual reforma no se encuentran criterios precisos sobre estos temas y las medidas tomadas no hacen mella a la mediocridad y la rutina instalada en la vida cotidiana de las escuelas. Nunca será tarde para pensar en modificar la educación boliviana con calidad científica que, partiendo de nuestro aquí y ahora, proyectemos hacia un futuro que aporte a un vivir mejor del país y sus ciudadanos.

La Paz, 1 de septiembre de 2013

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