BREVE RADIOGRAFÍA DE
UNA EXPERIENCIA EDUCATIVA
DIAGNÓSTICO
Y SUGERENCIAS
Prof. Edgar Cadima G.
Quienes nos atrevemos a realizar
análisis o diagnósticos de la realidad educativa boliviana, muchas veces caemos
en la trampa de las generalizaciones o del tratamiento de aspectos muy globales
que no permiten una apreciación más exacta de lo que sucede en las escuelas y
colegios.
Una agradable experiencia en un
establecimiento educativo particular, me ha permitido navegar, como si fuera
una cámara microscópica, en un organismo vivo, y conocer, de forma directa, la
cotidianidad escolar.
Muchos podrían pensar que al ser
un establecimiento educativo particular, de cierto “prestigio”, la búsqueda
persistente de la calidad es una premisa constante, pero valga reconocer que ella
no es, precisamente, una preocupación sentida entre los docentes, gran parte de
ellos sonámbulos entre la rutina y la mediocridad, barnizados por un discurso
altisonante y protegidos por una instancia sindical que, en lugar de avanzar en
desafíos profesionales orientados a la calidad educativa, se encuentran cómodos
con argumentos que protegen su falta de iniciativa y proactividad tan necesarios
para buscar, sugerir y aplicar nuevas estrategias educativas.
Sostener, como consigna, que se
es maestro de vocación y no de ocasión o
pensar que enseñar 10, 15 o más años, repitiendo lo mismo todos los años, los
califica como maestros innovadores, dan pauta de un caparazón que impide la
crítica constructiva a su accionar y les impide ver la realidad del
estancamiento y rutina en la que se encuentran y sin perspectivas de mejorar
profesionalmente en interés de los/las estudiantes.
La educación es como la salud.
Una persona enferma requiere de un adecuado diagnóstico para realizar un
tratamiento que le devuelva la salud. Pero una persona enferma, que se repite a
sí misma que está bien de salud; que, desde hace 10 ó 20 años, sigue haciendo
lo mismo, de seguro, no podrá recuperar y generar calidad de vida personal. Lo
mismo sucede con la educación, con el agravante que las consecuencias las pagan
los/las estudiantes que esperan recibir algo más cualitativo que un aprendizaje
repetitivo, memorístico y enciclopédico.
Es justo reconocer que hay muchos docentes inquietos, que buscan su
superación, procurando vencer el conformismo y la repetición, anual y mecánica
de lo mismo, pero la corriente de la mediocridad es más fuerte e impide
cualquier iniciativa fuera del corporativismo sindical, confundiendo la defensa
de sus derechos laborales con sus obligaciones de superación pedagógica, donde
quienes pretenden mejorar su función educativa son acallados por la mediocridad
del “hoy por ti, mañana por mi”. En ese contexto, la calidad de la educación
queda en el discurso y la demagogia. Pretenden colocarse el rótulo de “calidad
educativa” pero sin analizar lo que hacen, pensando que lo que están haciendo
está bien, por tanto, no hay nada que mejorar. Muchos docentes piensan que
aceptar las sugerencias u opiniones para
mejorar su desempeño sería reconocer sus limitaciones y deficiencias, ergo, la
calidad educativa está bien como está y es mejor no rasgar mucho la piel porque
podría caerse el maquillaje. En este contexto, que los/las estudiantes del
colegio no clasifiquen para ninguna de las asignaturas que participaron en la
III Olimpiada Científica Estudiantil Boliviana es considerada como una cuestión
de suerte, no cuestionan en absoluto la labor que vienen realizando como
docentes y, por tanto, no les sorprende.
A fin de que todas estas argumentaciones
no caigan en el campo de la generalización abstracta, me permito señalar
algunos aspectos más significativos de la cotidianidad escolar:
1.
Textos
escolares.
En la gestión 2012, el establecimiento tenía como
material de estudio, para el nivel primario, textos de una determinada
editorial. Para la gestión 2013 los/las docentes consideraban pertinente
continuar con los mismos textos (inercia para evitar la fatiga), pero sin
ningún análisis de los contenidos ni de la evaluación del uso de los mismos. Una
rápida evaluación de dichos textos, realizada al inicio de dicho año escolar,
detectó una serie de errores e incongruencias que no permitían un adecuado
proceso de aprendizaje en los/las estudiantes, por lo que se sugirió, pese a la
oposición de los/las docentes, cambiar a textos más adecuados, de otra
editorial. El trasfondo es que la editorial favorecida, el año 2012, había
entregado una laptop al colegio y Agendas planificadoras a cada docente
(figurativamente: collares y espejitos que conquistan mercado) y el año 2013 iba
a repetirse el regalo encandilador, sin considerar el aspecto pedagógico.
Ante la sugerencia de trabajar los “leccionarios” o
los planes de clase a ser elaborados por los propios docentes (como alternativa
frente a los textos rígidos y caros) la reacción fue de molestia. No concebían
la posibilidad de aumentar trabajo, que dé rienda suelta a su iniciativa y
profesionalismo, habiendo en el mercado textos ya elaborados. Pena por los/las estudiantes que deben estudiar con textos que
los esclavizan a ellos y a los/las docentes, sin dar lugar a la motivación y un
natural desarrollo de la iniciativa y la
espontaneidad.
La reforma educativa en curso, no tiene un criterio
pedagógico respecto a los textos escolares y, con tal que éstos contengan las cuatro dimensiones (ser, saber, hacer y
decidir) que propugnan, y los contenidos curriculares se adecuen a ellos, no
hay problema, todo sigue como antes.
2.
Clases y
contenidos curriculares tradicionales.
Es evidente que los hechos sociales, naturales y/o
científicos están presentes en la realidad pero, en la dinámica escolar, lo que
cambia, cada vez, es la forma de presentarlos y hacerlos más asequibles, amenos
y comprensibles para los estudiantes, es decir, hacerlos significativos. Seguir
trabajando con textos o documentos tradicionales, abstractos o sin relación con
la realidad cotidiana de los/las estudiantes es expresión de la mediocridad.
Mucho más aún estar alejado de toda la revolución de los aprendizajes por medios
virtuales o pretender utilizarlos de forma engañosa al presentar textos tradicionales en unos CDs que no
tienen nada de interactivos, es lamentable.
Un aspecto importante a señalar es la comprensión
equivocada que las asignaturas son independientes y no tienen relación entre
ellas. Muchos docentes, en su limitación, no pueden entender que la
transdisciplinariedad o interdisciplinariedad son una realidad actual y que
bien se podría combinar música con filosofía, teatro, cine o cultura en
general, (existencialismo con ecología), buscando que los aprendizajes sean
significativos (pertinentes y necesarios) para los estudiantes.
Pero, los lamentos están a la orden del día, las
quejas se repiten, sin encontrar manera de superar los mismos. Las/los docentes
de secundaria se quejan que los/las estudiantes vienen del nivel primario con
deficiente formación en gramática o matemáticas (por citar las más
importantes), pero no se generan espacios para coordinar mejorías en ese
sentido. Lo máximo que existe, al inicio del año escolar, es la planificación
por áreas, pero de allí, a evaluar lo que se hace, los resultados que se vienen
logrando, los ajustes que requieren, etc, son totalmente inexistentes y todo
sigue igual rutinariamente.
En este mismo sentido se detectó, en una revisión de
cuadernos de los/las estudiantes, seleccionados al azar, de diferentes cursos y
niveles, que los/las docentes de
ciencias exactas no corrigen los errores ortográficos o de sintaxis de los
estudiantes (porque es responsabilidad de otra asignatura); es más pareciera
ser que lo que interesa es que los/estudiantes presenten el cuaderno o la
tarea, pero no se corrige u observa el contenido de los mismos. Cuadernos
donde, en una página, existen muchos errores, es firmado por el/la docente sin
ninguna observación sobre los mismos, ninguna orientación hacia el estudiante
que le permita superar sus errores o alentar su desempeño, ninguna valoración
al contenido presentado y muchas veces ni siquiera la fecha de la revisión.
Paralelamente, se identifica que los estudiantes y algunos/as docentes no
manejan, adecuadamente, algunas técnicas de estudio y confunden lo que es un
mapa conceptual con un mapa mental o una red conceptual y los usan sin mayor
rigor.
3. Enciclopedismo.
Lamentablemente, la realidad educativa sigue marcada
por el paradigma conductista enciclopédico; el sometimiento de los/las
estudiantes a las instrucciones del docente y al proceso memorístico y
repetitivo en los aprendizajes, propios de épocas que se pensaban superadas, siguen
vigentes en la cotidianidad del aula.
En la asignatura de literatura; en uno de los cursos,
para los cuatro primeros meses de clases se tenían avanzados los siguientes
temas: Un ensayo literario; teatro contemporáneo (elementos del teatro griego,
renacentista-barroco, contemporáneo); un ensayo “la precariedad de la paz”; el
romanticismo; el realismo y el naturalismo; el Boom latinoamericano; la
literatura femenina (en uno de los cuadernos se señala que “la literatura
femenina es una queja social”); la novela; fábulas y cuentos; la lingüística;
la oración y su estructura; una práctica-ensayo sobre “la carrera a estudiar”
(8 páginas en carpeta); lectura “El extranjero” de A. Camus. Todo eso, en una
sola asignatura y en 4 meses da pauta de un enciclopedismo típico por querer
avanzar demasiado, picoteando algo, en un lapso corto de tiempo.
En ese mismo proceso, se justifica que para hacer un
análisis literario hay que seguir 39 pasos, entre ellos, determinar la fuente
de inspiración del autor, mencionar 5 textos similares en contenido, mencionar
20 temas secundarios, el objetivo que tuvo el autor así como el personaje
principal, etc. además de que hay que
trabajar el vocabulario seleccionando 50 palabras, 50 sustantivos, 50
verbos y que, además, hay que hacer 20 oraciones diferentes donde se encuentren
verbos y sustantivos y realizar un relato utilizando 30 palabras del
vocabulario; en caso de error
ortográfico repetir la palabra 50 veces y hacer otras tantas oraciones.
Pregunta: Con semejante proceso ¿cómo pueden hallar el gusto, los/las
estudiantes, por la lectura?
No analizar esta situación, socapar la misma o pensar
que todo está bien porque así se hace desde hace años y considerar una
“agresión” el hecho de ponerlo en
evidencia, es una muestra de un trabajo rutinario
que esconde la mediocridad.
4. Violencia física y sicológica.
Este es un tema tabú; siempre presente, del que muchos
creen que no hay que hablar.
Es fundamental estar atentos al “malestar estudiantil”
y las reacciones de rechazo al colegio por parte de muchos estudiantes que
tiene su razón en el tipo de disciplina imperante que bordea entre el
“amiguismo” mal entendido con el estudiante y un autoritarismo que malogra las
relaciones educativas.
Más allá de un jalón de orejas o de un grito histérico
(que no se justifican), se tienen casos de pánico, de algunos/as estudiantes,
de ir a clases y enfrentar el carácter intolerante del/la docente. Para
ilustrar esta situación basta señalar el desmontaje que se tuvo que realizar de
un sistema de control disciplinario mal entendido, a través del cual las
mejores estudiantes de un curso tenían luz verde de la docente para poner en
orden a sus compañeros “indisciplinados” mediante pellizcos, golpes o jalones
de oreja (algunos moretones en los niños tienen esta causa que luego se
disimulan como “peleas propios de los niños”).
La indiferencia a ciertos niños/as, la agresividad, la
violencia verbal, el dedo índice levantado como amenaza, la falta de capacidad
para escuchar y/o resolver conflictos, la generación de pánico en los niños y
niñas debido al carácter temperamental o explosivo de algunas/os docentes, al
punto que los/las estudiantes no puedan hablar para explicar su comportamiento,
son conductas y actitudes que no pueden ser ocultadas y requieren una profunda
reflexión y compromisos de modificación por parte de los/las docentes..
5. Práctica profesional.
Es interesante analizar la incoherencia existente en
la práctica profesional. Mientras, de palabra, se denuesta y critica el paradigma
conductista de la enseñanza (enciclopedismo, repetición mecánica y memorística,
etc.) en la práctica muchos docentes se encuentran aplicando lo que dicen
criticar.
Un profesional docente, a más de repetir lo que,
mecánicamente, hace todos los años en el aula (enseñar sus disciplinas), tiene
en el colegio una enorme y rica veta que
puede permitirle desarrollar un conjunto de temas de investigación,
sistematización, experimentación de nuevas prácticas educativas, aplicación de
otras experiencias, debates propositivos, conferencias, intercambio de textos de temas novedosos, etc.,
entendiendo al colegio como un espacio de permanente experimentación. Todo ello
depende de un alto grado de compromiso y proactividad de los/las docentes y de
la voluntad para generar espacios y mecanismos para dichas actividades.
Lamentablemente, eso parece impensable ahora ya que ante alguna sugerencia deslizada
en este sentido, la indiferencia es enorme y el poco entusiasmo de algunos es
neutralizado por la mediocridad que
siempre le encuentra “peros”. Lo que cuenta no es el aporte que se puede
hacer al proceso educativo en beneficio de los/las estudiantes sino el desgano
y el mezquino conteo de las horas del contrato establecido y la exigencia
(sindical) de que cualquier otra actividad, debe ser reconocida con el pago de
horas extras.
La tradicional división del trabajo educativo
conductista tiene una vigencia perniciosa: Según ese paradigma, los/las
docentes enseñan y otros son quienes investigan, sistematizan o experimentan.
Ni que decir de la posibilidad de que algún(a) docente del colegio pueda
organizar, preparar y dictar un curso de
capacitación de unas 5 horas de duración (que supere alguna “charlita”) sobre
algún tema de interés para el resto de los/las docentes. La rápida respuesta
ante esta sugerencia es la tradicional posibilidad de invitar a algún
“especialista” externo, porque, además, organizar todo ello significarían horas
extras que deberían ser pagadas.
Como sucede con gran parte del magisterio, la lógica
de la acumulación de certificados de estudios y actualización es estresante en
los/las docentes, pero esos aprendizajes no se nota que se apliquen en el aula, la rutina se sigue imponiendo y todo
sigue como siempre.
Habrían muchos otros temas aún por señalar, tales como las
deficiencias del acceso y manejo de la
tecnología virtual, el ascenso de categorías por la simple acumulación de años
(sin valoración de méritos), la permisividad de muchos directivos, etc, etc,
pero deseo hacer un alto aquí ya que de lo que se trataba era de señalar algunos
aspectos que ejemplifiquen la situación y que puedan servir de base para su
modificación.
Considero que la educación boliviana y la formación de
los/las jóvenes estudiantes exigen una mejor suerte; la calidad no puede ser un
slogan vacio y demagógico que sirva para apañar y ocultar una serie de
deficiencias. Mejorar la calidad de la educación sin un diagnóstico serio y
profundo, sin cuestionar prácticas y conductas de forma autocrítica y crítica,
sin poder someter a evaluaciones profundas el desempeño de los/las docentes,
etc, etc, será un simple saludo a la
bandera en la que la mediocridad, amparada por la rémora sindical, tendrá sus
victorias “pírricas”, en desmedro de los y las estudiantes.
Tengo la esperanza de que la grandeza de nuestro país está
en los/as docentes con real vocación de servicio educativo y no en el mezquino
interés de la mediocridad amparada por un corporativismo, donde las victimas no somos quienes hacemos el
diagnóstico o los análisis si no, lamentablemente, los y las estudiantes.
Los desafíos son grandes para neutralizar la percepción de
una educación mediocre. Esa opinión puede ser modificada, únicamente, si existe
una profunda autocrítica de la práctica docente, un fuerte sentido de
responsabilidad y voluntad por modificar conductas y actitudes pedagógicas; un
ejercicio adecuado de proactiviad e iniciativa personales y colectivas; una
búsqueda, sin complejos, de ayuda que permita reconocer las falencias y
deficiencias existentes para, a partir de ellas, superar la situación, al igual
que un enfermo que teniendo conocimiento del mal que adolece, por muy doloroso
que sea, busca estrategias de curación.
En este proceso, aquellos/as docentes que están convencidos
que son de “vocación” tienen la oportunidad de buscar soluciones a esta
situación, de neutralizar la rémora sindical y el conformismo de la repetición
mecánica de experiencias decenales que confunden calidad educativa con rutina.
Quienes serán beneficiados de este proceso no es quien escribe, y ni siquiera
los/las docentes, si no los/las estudiantes, a quienes nos debemos, pero que
gran parte de las veces son maltratados, olvidados o invisibilizados por el
slogan de una dudosa calidad educativa.
Si la reforma educativa en curso busca incidir en la
calidad, debe bajar de la nube ideológica-comunitarista y aterrizar en el
ámbito de la vida escolar cotidiana. En los lineamientos de la actual reforma
no se encuentran criterios precisos sobre estos temas y las medidas tomadas no
hacen mella a la mediocridad y la rutina instalada en la vida cotidiana de las
escuelas. Nunca será tarde para pensar en modificar la educación boliviana con
calidad científica que, partiendo de nuestro aquí y ahora, proyectemos hacia un
futuro que aporte a un vivir mejor del país y sus ciudadanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario